"Muchas veces los jóvenes se están enfrentando por primera vez a una decisión importante. A medida que se acerca la PSU, algunos comenzarán a sentir ansiedad, no sólo por dar una buena prueba, sino que también por tomar una decisión correcta", dice Alejandra San Juan, psicóloga de la Dirección de Tecnologías Educativas de la Universidad Andrés Bello.
Los indecisos o quienes no tienen claro el panorama muchas veces recurren a los tests vocacionales. Y aunque éstos ayudan, dicen los especialistas, no hay que esperar respuestas mágicas. "Si bien arrojan información útil, es importante acompañarlos con algún buen test de personalidad para tener un resultado global", dice María Elena Astorquiza, orientadora educacional y vocacional, quien aconseja, por sobre todo, hacer un trabajo de introspección. "El autoconocimiento permite al joven tomar conciencia de su realidad, de sus potencialidades y rendimiento, motivándolo a apuntar hacia carreras donde se sienta agradado en el desarrollo de su trabajo", explica.
Es que este es un trabajo que debe hacerse con tiempo y que implica conocer los propios intereses, habilidades y competencias, detectar las presiones de la familia o el medio, conocer la oferta académica que existe y plantearse también preguntas relacionadas con el mercado laboral.
"Lo central es que se manejen estos temas para no tomar decisiones dejando aspectos desconocidos como verdaderos 'puntos ciegos' que luego tendrá que enfrentar. Con toda la información, el joven debe realizar su propia jerarquía de estas variables para tomar una mejor decisión", aconseja Virginia Seyler, jefa del departamento de orientación de un conocido preuniversitario.
Si bien lo ideal es que la decisión de la carrera sea el fruto de un aprendizaje previo, Sabine Romero, psicóloga de la Universidad Alberto Hurtado, dice que si no hay certezas no es grave.
"Hoy está la posibilidad de estructurar proyectos de vida más flexibles. A lo largo de su etapa adulta, los jóvenes tendrán que seguir aprendiendo y reinventándose, lo que hace que el pregrado no sea una experiencia tan excluyente como para no poder redireccionarla en el futuro", sostiene.
Bien práctica, Alejandra San Juan sugiere un ejercicio rápido para ayudar a aclararse: tomar una hoja y, por un lado, escribir en una columna cuáles sienten que son sus habilidades y en otra sus puntos débiles. Al reverso, en tanto, se escriben en una columna los intereses y en otra las cosas que menos le gustan. "Con este ejercicio podrán ir obteniendo una imagen completa de sí mismo que les puede ayudar en la búsqueda de alguna carrera que vaya de acuerdo con su vocación", dice.
Para Sabine Romero, lo básico es que estudien algo que los realizará. "Podemos apostar a que si el joven puede acceder a una formación de calidad, logra una trayectoria universitaria positiva y administra bien sus limitaciones y fortalezas personales, podrá contar con trabajos que le generen suficiente bienestar material", añade.
El papel que juega la familia en este período es fundamental. "Los padres son quienes mejor conocen las capacidades, inclinaciones o rechazo de sus hijos hacia determinadas actividades o profesiones. Idealmente deberían poner en contacto a los niños con su propia realidad laboral o la de conocidos, para que pudiesen apreciar el desarrollo personal de los profesionales y también sus satisfacciones o frustraciones", dice María Elena Astorquiza. También aconseja conversar con los hijos respecto de sus preferencias, sin intervenir ni descalificar aquellas que a ellos no les parecen adecuadas.
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